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¿Cómo se moldean las teorías? Notas sobre el estudio de lenguaje especializado

Castaños, Fernando. 1986. “¿Cómo se moldean las teorías? Notas sobre el estudio del lenguaje    especializado”. OMNIA, no. 5. México. UNAM. 35-43.

 (PDF) (DOC)

¿COMO SE MOLDEAN LAS TEORIAS? NOTAS SOBRE EL ESTUDIO DEL LENGUAJE ESPECIALIZADO

Fernando Castaños

La vida del pensamiento y de la ciencia es la vida inherente de los símbolos.
C.S. Peirce

Introducción
En la Maestría en Lingüística Aplicada de la Unidad de los Ciclos Profesional y de Posgrado del Colegio de Ciencias y Humanidades, con sede en el Centro de Enseñanza de Lenguas Extranjeras, hay un gran interés en la investigación del lenguaje especializado. Hemos realizado estudios sobre las características del inglés en distintas áreas del conocimiento, como matemáticas y biología, y también sobre sus propiedades en distintos tipos de textos, como informes experimentales y libros de texto.

Inicialmente pensé que estas notas deberían tratar por igual ambas clases de estudios, denominados de “registros” y de “géneros” respectivamente. Sin embargo, después decidí concentrarme básicamente en los primeros, por razones de tiempo y coherencia, además de ser en los que hemos avanzado más. Esto no quiere decir que excluya totalmente las consideraciones sobre los géneros. Como podrá apreciarse adelante, muchas veces los análisis de registros y los de géneros convergen y se complementan.

A pesar de la delimitación que he hecho, no he podido mencionar todas las investigaciones y discusiones que hubiera querido. Espero, no obstante, brindar una visión representativa de lo que hemos hecho. En su mayoría, los trabajos que describo son muy breves pero representan aportaciones originales y, en conjunto, van constituyendo las bases para una teoría del lenguaje especializado. Para poder mostrar cómo surgen, aunque sea someramente, presento como antecedente un panorama histórico internacional de la investigación sobre el inglés especializado entre 1940 y 1975, aproximadamente.

 Antecedentes históricos

 Los investigadores de problemas relacionados con la enseñanza del inglés como lengua extranjera, han distinguido el inglés académico del inglés general desde los años cuarenta. En esa década, Michael West, uno de los grandes pioneros de la lingüística aplicada británica, empezó a registrar las variaciones en la frecuencia con que ocurrían en textos para un público amplio y en textos científicos las palabras más comunes del inglés.

Con el paso del tiempo se hicieron análisis de este tipo, que dividían los textos científicos por área o añadían textos de historia o derecho. Más adelante, se estudiarían de manera análoga algunas construcciones gramaticales.

En la década de los sesenta, se invirtió el propósito de las investigaciones: en lugar de dirigir los esfuerzos a la caracterización de una palabra o una construcción por sus frecuencias diferenciales, el énfasis se puso en la descripción de una variedad de textos por las frecuencias de sus palabras y sus construcciones. Quizá los trabajos más citados de esta época sean el de C. Barber (1962) y el de J. Eewer y G. Latorre (1967), uno con énfasis en el análisis y otro en la aplicación al diseño de cursos. La tendencia se fue acentuando y a mediados de los setenta se pensaba que era preferible la descripción completa de una variedad que la comparación parcial de ella con otras. Robinson (1980) proporciona una bibliografía bastante completa de los trabajos realizados entre 1960 y 1975.

Quizá este desarrollo histórico sugeriría que la preocupación central de los últimos diez años podría haber sido superar la disyuntiva entre descripción completa y comparación parcial. Ciertamente, no hubiera sido un objetivo excesivamente ambicioso, por el aumento de lingüistas aplicados y el avance de la computación. Sin embargo, el interés por los estudios de frecuencias decayó notablemente.

A partir de una concepción crítica de la enseñanza concentrada en el vocabulario y la gramática, aislados del uso de la lengua en la comunicación, Henry Widdowson rechazó, en un artículo de mucha influencia (1975), la utilidad de los datos cuantitativos. Propuso que, en lugar de ellos, la meta de la investigación fuera la explicación cualitativa de cómo la lengua es usada para realizar en el discurso operaciones de exposición y argumentación como definir, generalizar, clasificar, deducir o ejemplificar, a las que llamó “funciones comunicativas”.

Un trabajo de Selinker y Trimble (1976) daba pie para suponer que en un periodo relativamente corto habría muchos frutos de la clase de estudios que proponía Widdowson. Ellos se planteaban metas en buena medida convergentes con las de él, aunque se originaban en una escuela distinta. El trabajo presentaba algunas relaciones entre la gramática y las funciones comunicativas (o “retóricas”, para los autores); se mostraba, por ejemplo, que en los informes científicos el tiempo pasado tendía a usarse para expresar observaciones particulares y el presente para generalizaciones.

A pesar de los indicios inicialmente prometedores, los estudios que intentan explicar los vínculos entre las estructuras gramaticales y las llamadas funciones, no han producido todos los resultados que se esperaba, debido principalmente a una falta de definiciones precisas de las funciones. De hecho, el problema es más profundo, ya que la base de los estudios ha sido una concepción errónea, o al menos incompleta, de la naturaleza de las funciones. Se les veía esencialmente como elementos de la interacción entre el autor y el lector de un texto, y se dejaba de lado el efecto que tienen de hacer presente, crear o modificar el conocimiento. Se les consideraba como si fueran de la misma naturaleza que las invitaciones, las órdenes y las solicitudes, que en la filosofía se llaman “actos ilocucionarios”. Para evitar esta confusión y para subrayar que se trata de funciones de exposición y argumentación, yo las he llamado “actos de disertación” (Castaños, 1984).

Si bien los estudios del tipo propuesto por Widdowson no han tenido el éxito esperado, sí han motivado el surgimiento de otros, quizá menos ambiciosos, que no dependen de la identificación de funciones como unidades discretas, sino que solamente pretenden describir el empleo de expresiones o construcciones específicas. Por ejemplo, C. Pettinari, discípula de Selinker, mostró cómo el “sujeto mudo” there se usa en los reportes de cirugía para introducir la información directamente menos relevante para la operación expuesta (1983).

Los estudios sobre el empleo de expresiones o estructuras específicas tienen una virtud: han permitido reconciliar los enfoques cualitativos y cuantitativos, lo cual permite un mayor grado de rigor y una capacidad explicativa no alcanzados anteriormente. Además, este tipo de estudios poco a poco va contribuyendo a que se entienda el funcionamiento del lenguaje en el mundo académico, aunque no hayan explicado qué son las funciones comunicativas (o retóricas) y cómo se realizan.

Las funciones discretas de Widdowson y el empleo de Pettinari generalmente se agrupan bajo una acepción más general del término “función”. Observando esto, podemos decir que ha habido dos objetivos en las investigaciones en lengua inglesa. Uno ha sido el de determinar la frecuencia (o ausencia) de formas lingüísticas y el otro el de relacionarlas con sus funciones.

Estos objetivos están vinculados con concepciones y preocupaciones derivadas de una escuela lingüística cuyo principal representante es Michael Halliday. La noción fundamental que los articula es la de registro, formulada por Halliday, conjuntamente con A. Mclntosh y P. Strevens, en 1964. Es una noción compleja, que para ser abordada y discutida adecuadamente requeriría un tratamiento amplio, pero que para los propósitos de estas notas podría plantearse así: un registro es un conjunto de funciones únicas asociadas cada una con una forma única; está, por lo tanto, separado tajantemente de otros registros.

 En un principio se asumió de manera poco crítica la idea de que el inglés de una ciencia era un registro y el inglés general otro. Pero con el tiempo, esta idea se fue erosionando. La experiencia demostraba que al entrar a un curso de inglés técnico, los alumnos que habían llevado un programa de inglés general tenían ventaja sobre los que no lo habían hecho. A la inversa, sucedía algo análogo: quienes sabían inglés técnico ya sabían también algo de inglés general. Después de todo, se llegó a pensar, en ambos casos se trataba simplemente de inglés. Incluso en algunas partes se ha adoptado la posición extrema, opuesta a la inicial, de negar las diferencias entre el inglés general y el del mundo académico, o de afirmar que éste es sólo una forma restringida de aquel.

Nuestras preocupaciones

Casi desde que empecé a estudiar el lenguaje especializado he pensado que es necesario criticar y reconstruir la noción de registro. Creo que la separación entre el lenguaje de dos disciplinas no es tajante, pero también creo que las diferencias pueden ser significativas para su procesamiento; no ha de ser gratuito, por ejemplo, que un alumno de sociología lea un libro por semana para una materia y uno de matemáticas medio libro por semestre; estos tiempos deben estar relacionados con la naturaleza de los respectivos textos. Creo también que el inglés general (o, en su caso, el español general) no debe ser considerado como una variedad, en el sentido en que hablaríamos del inglés técnico o del inglés comercial como variedades; más bien, el inglés general es el inglés común a todas las variedades.

De manera específica, plantearía mi posición formulando los siguientes puntos:

1) La asociación entre forma y función no es necesaria; es decir, en una lengua encontraremos que la misma función puede ser realizada por diferentes formas y que la misma forma puede realizar distintas funciones (quizá en diferentes ámbitos). 2) Los lenguajes de dos disciplinas comparten funciones y también comparten formas, pero debemos esperar que al menos un par forma-función sea único (aunque cada elemento del par, por separado, sea compartido).

Para ejemplificar estas ideas, podría señalarse que muchas veces es necesario indicar en qué nivel de una taxonomía se ubican los sujetos a que nos referimos. Generalmente esto se hace por medios lexicales, usando frases como “en el nivel x…”; pero en la biología existen medios sintácticos. Las reglas de las construcciones con latinismos o con combinaciones de palabras comunes y latinismos, permiten al lector saber si el autor está hablando de un género, una familia, una especie o un individuo. Por ejemplo, si un autor emplea una frase nominal con dos latinismos, deberá escribirla sin artículo, y el lector sabrá que se refiere a una especie.

Otro caso ilustrativo es el de la nomenclatura química. En muchas disciplinas se busca que las relaciones conceptuales reflejen las estructuras de la realidad, y sus lenguajes tienen maneras de establecer e indicar estas relaciones; pero sólo en la química quedan las estructuras representadas directamente por la morfología, tanto de sus fórmulas como de sus nombres. Sabemos que si algo se simboliza por una serie de letras mayúsculas que terminan en -OH o se designa por un nombre que acaba en ol, tenemos una substancia con la estructura de un alcohol.

Estas preocupaciones sobre la noción de registro se han ido aclarando para mí en discusiones con los alumnos de tres seminarios de investigación del segundo año de la Maestría en Lingüística Aplicada. En ellos he presentado resultados de investigaciones detalladas, como una sobre los latinismos, que es de donde surgen las observaciones del párrafo anterior, al igual que ideas que podrían iniciar una investigación, como la que se refiere a la morfología química. Pero, sobre todo, los seminarios han sido un espacio donde los alumnos generan investigaciones propias. La mayoría han sido proyectos breves, atendiendo al número de créditos de los seminarios ya la conveniencia de que los alumnos puedan dedicarse a su trabajo de tesis. Sin embargo, han surgido planteamientos que pueden servir de base para un programa a largo plazo de investigaciones de vanguardia, y que actualmente enriquecen la docencia que imparto en materias obligatorias del primer año, como semántica y lingüística del texto.

Para el primer seminario hubo dos puntos de partida. Uno se derivaba de estudios a los que ya he hecho alusión (Castaños, 1984), y era la consideración de que la función central del discurso académico es la de hacer presente, crear o modificar el conocimiento. El otro se derivaba de observaciones hechas por maestros y diseñadores de cursos de lectura del CELE, y era la hipótesis de que los textos de distintas disciplinas tienen grados diferentes de redundancia. Ambos puntos de partida respondían al interés por realizar investigaciones básicas y, a la vez, obtener resultados de utilidad más o menos inmediata para la enseñanza.

 Al poco tiempo, la hipótesis sobre grados diferenciales de redundancia nos llevó a preguntarnos en cuántos niveles de organización del lenguaje aparecía la misma información. Una exploración inicial de Pamela Urdal y Lidia Guzmán, basada en trabajos de materias anteriores, indicaba que en la introducción de los artículos de ciertas revistas hay partes que, en una secuencia bastante predecible, explican de qué conocimientos se arranca, porqué hay que extenderlos o modificarlos, qué conocimientos nuevos se proponen, a dónde se pretende llegar y cómo se sustenta la propuesta. Además de estar más o menos definidas por su lugar dentro de esta estructura discursiva, las partes están marcadas por el uso de estructuras gramaticales determinadas y por cierto tipo de expresiones. Por ejemplo, con frecuencia el tiempo presente perfecto se usa para indicar el “de qué” y el “a dónde” contiene expresiones mitigantes como it seems that, mientras que el “qué” se plantea en presente simple sin mitigación; además, si el artículo es un informe experimental, el “cómo” se expresa en pasado. Pero hay otras marcas aún; entre ellas, las referencias a otros trabajos para el “de qué” y el uso de conectores de contraste para introducir el “porqué” (este trabajo fue presentado en un encuentro nacional de profesores de lenguas, pero desafortunadamente no existe una versión escrita de él).

 Era claro que el estudio de todos los niveles podría aportar resultados interesantes. En el primer nivel lingüístico, el uso de los sistemas de escritura, nos llamó la atención el uso del alfabeto griego en la geometría y se advirtió que las letras del álgebra y los signos de las operaciones matemáticas eran de naturaleza diferente que las palabras del inglés. Tomando en cuenta observaciones de Emilia Ferreiro (1985) sobre los números, podríamos ahora decir que, como ellos, los símbolos algebraicos no son alfabéticos, sino ideogramáticos. Pero me parece que los signos de las operaciones no pertenecen a ninguna de las dos categorías mencionadas; no representan sonidos ni referentes, sino relaciones. Esto es algo que merecería una atención especial.

En el seminario se hizo notar también que hay elementos de los textos como tablas, gráficas y diagramas, que no necesariamente se leen de arriba hacia abajo, sino que, más bien, se leen frecuentemente en sentido inverso. Hay también elementos, como los paréntesis de Dirac en la física, que se leen de derecha a izquierda.

Aparte de los niveles lingüísticos de sistemas de escritura, morfología o sintaxis, que he mencionado, y de semántica, que mencionaré, son importantes los niveles paralingüísticos de la puntuación, la tipografía y el diseño de la página. Son los elementos de estos niveles los que permiten distinguir los elementos y las estructuras lingüísticas y discursivas; por ejemplo, muchas veces se evita la confusión entre la variable y la conjunción “y” por la tipografía. Además, contribuyen de manera fundamental a jerarquizar y organizar los temas de un texto.

Un trabajo de Tomás Haitema (1985) busca, a partir de la idea de que los registros no están tajantemente separados, mostrar una transición en el uso de los elementos paralingüísticos entre textos de biología para secundaria y para preparatoria —así como en la estructura global y en el sistema de escritura. Encuentra que en el libro de secundaria hay más recursos para marcar las palabras clave que en el de preparatoria (que sólo utiliza cursivas). Por otro lado, en éste aparecen usos nuevos de los elementos paralingüísticos; por ejemplo, para poner citas largas y notas al pie de página, que no existen en el libro de secundaria.

Hemos ido viendo, entonces, que para caracterizar un registro académico y para identificar las propiedades comunes a todos los registros académicos es importante el análisis empírico en tres tipos de niveles: los paralingüísticos de la puntuación, la tipografía y el diseño de páginas; los lingüísticos del o los sistemas de escritura, la morfología, la sintaxis y la semántica; y los discursivos de los actos de disertación y la estructura global.

Sobre todos estos niveles, excepto el de la puntuación, se han generado ideas nuevas en los seminarios y, recientemente, en las materias obligatorias. Ya he indicado de qué tipo son la mayoría, pero me falta considerar dos niveles: el de la semántica y el de los actos de disertación. Estoy convencido de que precisamente los estudios sobre estos dos niveles deben ser los focos de articulación de un programa de investigación a largo plazo.

Las descripciones semánticas de un texto son descripciones de las relaciones conceptuales que presupone o plantea; es decir, son descripciones del conocimiento plasmado en el texto, hechas desde un punto de vista lingüístico. El análisis de sus actos de disertación está dirigido a mostrar las operaciones en el texto sobre esas estructuras de conocimiento.

Al menos desde Schopenhauer, los estudiosos del lenguaje han planteado que las configuraciones semánticas distintas dividen de manera distinta los campos conceptuales. Por ejemplo, recientemente Pascual Buxó (1984) representa con el siguiente diagrama tres configuraciones del mismo campo:

 Leña bois Holtz  
 Madera  
 Bosque  
Wald
forêt
 selva

          Español             Francés              Alemán

Observemos que de manera más drástica, en una configuración dos vocablos, como “hombre” y “animal”, pueden tener una relación de oposición y en otra de subordinación:

 

animal
  hombre

 

animal Hombre

 

 

       Antes de Darwin     Después de Darwin     

Asimismo, en dos configuraciones correspondientes a sendos momentos en la vida de una persona, dos palabras pueden estar primero directamente relacionadas y después separadas:

pescados

 

peces mamíferos
  ballenas pesca-

ca  dos

Pe peces

Vi vivos

balle-

na nas

           Infancia temprana           Después de los 6 ó 7 años

Nuestro interés es poder llegar a describir: 1) el tipo de configuraciones más común en una disciplina; 2) el tipo de cambios que hay en ella entre dos momentos de su desarrollo; y 3) el tipo de cambios por los que pasa un estudiante al aprender el lenguaje de una disciplina desde su lenguaje cotidiano.

Hay dos investigaciones relacionadas con este tipo de preocupaciones. Una es de Aurora Marrón y la otra de Laura Alba. La primera muestra que la configuración semántica de los sistemas de numeración (números naturales, enteros, racionales, reales, complejos) parece ser única. A partir de unas observaciones que presenté en una mesa redonda del “Simposio sobre inglés con propósitos específicos” organizado por Mextesol y el Consejo Británico (México 1977), Marrón (1986) plantea que entre un sistema de numeración y otro existe una relación similar en ciertos aspectos a la relación típica de una ta5conomía, que en semántica se denomina de “superordinal e hipónimo” y que podría llamarse de “dominación y subordinación”. Pero la relación entre los sistemas también se parece a la relación de todo y parte. Aquella es, por lo tanto, distinta a las otras dos. La autora muestra su peculiaridad por medio de los siguientes diagramas, que la contrastan con la relación de superordinal e hipónimo (ver gráfica en página siguiente).

La otra investigación, la de Alba, ha dado como resultado dos trabajos (1985 y 1986). Es, de hecho, la más elaborada que ha hecho algún alumno de la maestría en el área del lenguaje especializado. Se trata de un estudio semántico de dos momentos de la teoría lingüística de Chomsky. Describe las configuraciones que este autor crea en Syntactic Structures (1957) y en Aspects of the Theory of Syntax (1965). (Ver diagrámas en versiones PDF y word)

Los trabajos de Alba ilustran cómo en un lapso breve ocurren en el lenguaje de una disciplina cambios análogos a los que sufre una lengua en periodos largos. Estos cambios pueden representarse usando los siguientes diagramas de Lyons (1977): (Ver diagrámas en versiones PDF y word)

El primer diagrama muestra un campo semántico cuyas divisiones no cambian al ser sustituido un término por otro. En el segundo hay un cambio en la división del campo aunque se conserven los términos. El siguiente diagrama corresponde a una sustitución acompañada de un cambio en la división. El último representa un cambio provocado por la adición de un término.

Pero Alba describe también cambios que me parece corresponderían a estos diagramas: (ver diagrámas en versiones PDF y word)

En la evolución de la teoría de Chomsky, como seguramente en la de toda teoría, se llenan y crean huecos conceptuales, además de disolverse distinciones.

La investigación revela, además, cómo unos campos se van relacionando con otros para formar toda una red o una esfera semántica. Como sería de esperarse, esta red se torna más compleja en el segundo libro de Chomsky que en el primero. Es interesante mencionar que entre un momento y otro se puede apreciar también una mejor adecuación entre la red semántica y los elementos paralingüísticos del texto; en Aspects los términos marcados son los que tienen un mayor número de relaciones con otros términos, mientras que en Syntactic Structures muchas veces los vocablos marcados no son siquiera términos de la teoría, sino simplemente palabras que el autor quiere enfatizar, como en un ensayo no técnico.

Cabe señalar que tanto en la investigación de Marrón como en la de Alba hay una preocupación por las propiedades lógicas de las diferentes relaciones semánticas. Por ejemplo, en la primera podemos ver que si bien en una relación de superordinal e hipónimo lo que es cierto del primero necesariamente lo es también del segundo, en la relación de dos sistemas de numeración la transitividad tiene un sentido inverso: lo que es cierto para un sistema se cumple también para los siguientes que lo contienen pero no necesariamente para los anteriores, contenidos en él. En la segunda, por su parte, se plantea, con razón y con bases empíricas, la necesidad, no contemplada por la teoría semántica, de postular distintos tipos de co-hiponimia, dependiendo de si los términos de una configuración son excluyentes entre sí o no.

A partir de consideraciones de este tipo, se puede plantear con mayor precisión el papel de los actos de disertación en el desarrollo de una disciplina; hacen presente o cambian las configuraciones semánticas y las reglas de inferencia que encierran esas configuraciones, además de relacionarlas con los objetos de estudio. En otras palabras, van modelando las teorías. Además de plantear así la función de los actos de disertación, es necesario identificar los elementos que deben entrar en sus caracterizaciones. A partir de investigaciones personales y de las discusiones en la maestría, puedo decir que en primer lugar se encuentra lo que puede denominarse “fuerza de aseveración”, y que nos permite distinguir, por ejemplo, entre una aseveración, una aseveración mitigada y una aseveración suspendida. Aparte de este elemento, hay otros dos: el tipo de expresión referencial y el tipo de predicado. Así, una definición sería la combinación de un predicado ecuativo y dos expresiones referenciales genéricas; en cambio, una clasificación sería la combinación de un predicado inclusivo con una expresión particular y otra genérica. Este enfoque permite eliminar las ambigüedades comunes de los términos que usamos para designar los actos, como se muestra en un trabajo que escribí con unas alumnas (Urdal, Castaños y Rébora, en prensa).

Creo que contamos con una serie de resultados concretos que servirían de puntos de apoyo para iniciar un programa de investigación a largo plazo. Creo que tenemos también las preguntas que definirían los proyectos de este programa. Nos interesa investigar: 1) los cambios semánticos (con los de sus correspondientes reglas de inferencia) entre dos estados del conocimiento, ya sea ubicados en la historia de una disciplina o en la biografía de una persona; 2) los actos de disertación que producen esos cambios; y 3) las estructuras paralingüísticas, lingüísticas y discursivas asociadas con dichos actos. Entre los resultados colaterales que podríamos esperar de un programa de este tipo se encuentra la reconstrucción de la noción de registro, que iría acompañada de una reflexión sobre el concepto de función. Esperaríamos también descripciones y explicaciones inmediatamente útiles de patrones de redundancia.
 

Bibliografía

Alba, L. 1985. “Un estudio de las relaciones semánticas entre algunos de los términos de Syntactic Structures, de Chomsky”. Trabajo para la materia “Lenguas con propósitos específicos”, de la Maestría en Lingüística Aplicada.

Alba, L. 1986. “Análisis de las relaciones semánticas en Aspeas of the Theory of Syntax, de Noam Chomsky, y comparación de éstas con las ya estudiadas en Syntactic Structures, del mismo autor. Trabajo para la materia “Semántica”, de la Maestría en Lingüística Aplicada.

Barber, C. 1962. “Some measurable characteristics of modern scientific prose”. En Contributions to English Syntax and Philology. Estocolmo (mimeografiado).

Buxó, J.P. 1984. Las figuraciones del sentido: ensayos de poética semiológica. México: Fondo de Cultura Económica.

Castaños, F. 1984. “Las categorías básicas del análisis del discurso y la ‘disertación’ “, Discurso: cuadernos de teoría y análisis, 5. 11-27.

Chomsky, N. 1957. Syntactic Structures. The Hague: Mouton.

Chomsky, N. 1965. Aspects of the Theory of Syn tax. Cambridge, Massachussetts: MIT Press.
Ewer, J.R. y Latorre, G. 1967. “Preparing an English course for students of Science”, ELT Journal, 21,3.

Ferreiro, E. 1985. “La complejidad conceptual de la escritura”. Trabajo presentado, por invitación, al simposio “Sistemas de Escritura y Alfabetización” organizado por la Asociación Mexicana de Lingüística Aplicada, en la ciudad de México, en agosto de 1985. México (fotocopiado). (En breve serán publicadas, como libro, las memorias del simposio por la editorial El Ermitaño.)

Haitema, T. 1985.” ‘Clines’ en textos de biología”. Trabajo presentado para la materia “Lenguas con propósitos específicos”, de la Maestría en Lingüística Aplicada.

Halliday, M.A.K., Mclntosh, A. y Strevens, P. 1964. The Linguistic Sciences and Language Teaching Londres: Longman.

Lyons, J. 1977. Semantics. Cambridge: CUP.

Marrón, A. 1986. Trabajo para la materia “Semántica” de la Maestría en Lingüística Aplicada.

Pettinari, C. 1983. “The function of a grammatical alternation in fourteen surgical reports”, Applied Linguistics, Vol. 4, No. 1. 55-76.

Selinker, L. y Trimble, L. 1976. “Scientific and technical writing: the choice of tense”, English Teaching Forum, 14,4.

Urdal, P., Castaños, F. y Rébora, E. (En prensa) “Disertación e ilocución: análisis del discurso con ejemplos tomados de Bradbury e Ibsen”, Anuario de Letras Modernas.

Widdowson, H.G. 1975. “EST in theory and practice”. En: The British Council (ed.), English for Academic Study, an ETIC Occasional Paper. Londres: The British Council. Reimpreso en: Explorations in Applied Linguistics. Oxford: OUP. 37-50.

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